jueves, 21 de noviembre de 2013

El casarse pronto y mal

“[…] Una noche vuelve mi sobrino a su casa; sus hijos están solos.- ¿Y mi mujer? ¿Y sus ropas?- Corre a casa de su amigo.- ¿No está en Madrid? ¡Cielos! ¡Qué rayo de luz! ¿Será posible? Vuela a la policía, se informa. Una joven de tales señas con un supuesto hermano han salido con la diligencia para Cádiz. Reúne mi sobrino sus pocos muebles, los vende, toma un asiento en el primer carruaje y hétele persiguiendo a los fugitivos. Pero le llevan mucha ventaja, y no es posible alcanzarlos hasta el mismo Cádiz. Llega; son las diez de la noche, corre a la fonda que le indican, pregunta, sube precipitadamente la escalera, le señalan un cuarto cerrado por dentro; llama; la voz que le responde le es harto conocida y resuena en su corazón, redobla los golpes; una persona desnuda levanta el pestillo. Augusto ya no es un hombre; es un rayo que cae en la habitación; un chillido agudo le convence de que le han conocido; asesta una pistola, de dos que trae, al seno de su amigo, y el seductor cae revolcándose en su sangre; persigue a su miserable esposa, pero una ventana inmediata se abre, y la adultera, poseída del terror y de la culpa, se arroja sin reflexionar en una altura de mas de sesenta varas. El grito de la agonía le anuncia su última desgracia y la venganza mas completa: sale precipitado del teatro del crimen, y encerrándose antes de que le sorprendan en su habitación, coje aceleradamente la pluma, y apenas tiene tiempo para dictar a su madre la carta siguiente […].
            Acabada esta carta se oyó otra detonación que resonó en toda la fonda, y la catástrofe que le sucedió me privó para siempre de un sobrino, que con el mas bello corazón se ha hecho desgraciado a si y a cuantos le rodeaban.
            No hace dos horas que mi desgraciada hermana, después de haber leído aquella carta, y llamándome para mostrármela, postrada en su lecho, y entregada al mas funesto delirio, ha sido desahuciada por los médicos. […]”

          El artículo de Larra del que está extraído este fragmento, “El casarse pronto y mal”, aparece publicado el 30 de Noviembre de 1832 en el el periódico "El pobrecito hablador" firmado bajo el seudónimo de Juan Pérez de Munguía. Estamos, pues, ante la primera etapa de la vida literaria de este escritor, etapa en la que pretende reformar la sociedad a través de la crítica costumbrista.
          En el, la muerte aparece como la consecuencia del tipo de educación que se da en España a los jóvenes: sería la educación que propone la Ilustración, pero mal entendida por los padres. Está todo basado en la razón neoclásica, pero si esta razón no se controla, solo puede llevar a la locura, como pasará con el sobrino de Larra, usado como paradigma del resto de jóvenes. Según lo que Larra relata en el artículo un poco antes del fragmento de nuestro comentario, su hermana educa al hijo de tal manera que este se convierte en un ser vanidoso, orgulloso y sin criterio, y esto lo lleva a un matrimonio totalmente idealizado, que se vendrá abajo en el mismo momento en que la joven pareja se dé cuenta de la realidad y de que ese idealismo en el que vivían es falso.  Nos encontramos pues, con esa naturaleza idealista del ser romántico cuyo choque con la realidad lo llevan a un estado de total frustración con un final siempre trágico. Como vemos en este fragmento, todos los personajes sufren este fin: el amigo del sobrino muere a manos de este, su esposa se suicida y él también termina suicidándose, todos ellos víctimas de esa educación “ilustrada”; pero no serán los únicos, pues la hermana de Larra, la culpable de haber transmitido ese tipo de educación a su hijo, y la culpable por tanto del fin de los jóvenes, no es capaz de soportar las consecuencias de sus actos y termina también muriendo.
            Pese a que Larra es un autor que mira claramente en su literatura a Europa, concluye el artículo afirmando que no se debe de importar a España todo lo que se haga en el resto de países, sin ver primero si es algo bueno o no. Esto anticipa también el espíritu nacionalista que nace durante esta época, y se apoya en la muerte, como aquí se ve, como la consecuencia a la que se puede llegar si no se tiene en cuenta lo anteriormente explicado. Estamos, como antes se dijo, ante un artículo costumbrista, pues la anécdota que se narra es algo que realmente ha ocurrido, pero ese costumbrismo lo utiliza el escritor para criticar a la sociedad en la que esta inserto y pedir un cambio que lleve al progreso de esta. Con todo esto, encontramos en la escritura de Larra ese desencanto propio del romántico con la Ilustración, con la defensa de la razón neoclásica y del optimismo propuesto en el XVIII. Pese a que en esta primera etapa de la trayectoria literaria de Larra, este aun cree en la posibilidad del progreso a través de las reformas, ya se puede vislumbrar  el pesimismo que acabará embargando al escritor y con el que se vive el principio del XIX, que eleva a la muerte a un papel principal en la vida de estos románticos.

                                                                                                                                      Mª Teresa Reyes

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