lunes, 25 de noviembre de 2013

Un reo de muerte



[...] No sé por qué al llegar siempre a la plazuela de la Cebada mis ideas toman una tintura singular de melancolía, de indignación y de desprecio. No quiero entrar en la cuestión tan debatida del derecho que puede tener la sociedad de mutilarse a si propia; siempre resultaría ser el derecho de la fuerza, y mientras no haya otro mejor en el mundo, ¿qué loco se atrevería a rebatir ése? Pienso sólo en la sangre inocente que ha manchado la plazuela; en la que la manchará toavía. ¡Un ser que como el hombre no puede vivir sin matar, tiene la osadía, la incomprensible vanidad de presumirse perfecto!
Un tablado se levanta en un lado de la plazuela: la tablazón  desnuda manifiesta que el reo no es noble. ¿Qué quiere decir un reo noble? ¿Qué quiere decir garrote vil? Quiere decir indudablemente que no hay idea positiva ni sublime que el hombre no impregne de ridiculeces [...]



Un debate tan actual como el de la pena de muerte es el eje principal en este texto de Larra. Siempre ha sido un tema delicado y algo peligroso ¿hay derecho o no lo hay para quitarle la vida a un hombre? ¿Tiene el hombre el poder de mandar a otro a ese abismo desconocido  que es la muerte? Sin duda son numerables preguntas que igualmente tienen numerosas respuestas, tantas como creencias y contradicciones existan en una misma persona. Dar una respuesta por correcta sería cuanto menos presuntuoso y pecaríamos, así mismo, como dice nuestro autor, de vanidad. Tenemos una verdad universal que el hombre no quiere aceptar por supervivencia, quizás por brutalidad.

Larra a pesar de dejar muy clara su postura, nos muestra en forma de sutiles pinceladas, no solo el tema central y moral de condenar a muerte, sino en quién es el hombre y por qué acepta y lleva a cabo este hecho. La muerte era para los románticos el cruel destino, el viaje que todos sin excepción terminaríamos alcanzando. Por ello, que la forma de morir varíe tratándose bien de un campesino o de un rey, no puede menos que definirse de absurda. Matas, robas… y sin embargo el hecho de pertenecer a una clase social alta te permite morir con menos dolor o con más dignidad, mientras que el cruel destino del pobre ultrajado por la vida, que ya nació desdichado, le acompaña este terrible sino hasta el final, provocándole una muerte más lenta, dolorosa y a ojos de la sociedad, menos honorífica. Esta distinción tan infantil, tan básica, es cuanto menos criticada como absurda. La distinción social incluso en esos momentos nos hace percibir y ser conscientes con más claridad  del empeño del ser humano por organizarnos, por jerarquizarnos, por someter, destruir y conducir a cierto sector, que por costumbre, por leyes o como menciona anteriormente, por la ley de la costumbre, acepta esta dominación incluso al final de sus días.

Este debate, como tantos otros nunca encontrará descanso, al menos siempre que cada individuo siga poseyendo una moral tan propia como sus propias experiencias. Pero una frase clave en el fragmento seleccionado es capaz de poner fin a este planteamiento siempre resultaría ser el derecho de la fuerza, y mientras no haya otro mejor en el mundo, ¿qué loco se atrevería a rebatir ése?. La vida como supervivencia, como selva en la que abrirse paso y en la que todo vale es la que hace al hombre creerse con derecho a dirigir, a someter y a vengar por sus propios medios. Sin duda una existencia que a los románticos hacía ver la muerte también desde otro punto de vista, como libertad o descanso de un mundo atroz.



Ana García Romero

El aparecido


[…]Bajó a la cuadra a tomar un caballo por llegar más pronto, y al tiempo de ir a montarle recibió una coz en el estómago, que le hizo reclamar: “Muerto soy”.
Lo llevaron a su lecho, y su agonía fue lenta y desesperada. En medio del dolor se le oía decir: “¡Son muy grandes mis pecados, y Dios no me los perdonará jamás!...” Era tan extraña esta confesión, tan contradictoria con sus morigeradas costumbres, que los que le asistían no sabían a qué poder atribuirla. Al tiempo de morir, estalló una espantosa tempestad que llenó de terror toda la villa; pero se calmaron los elementos en el momento en que el cadáver fue arrojado en la huesa.
Algún tiempo después corrió la voz de que se veía, a deshora de la noche, a un espectro que vagaba en derredor de la casa del difunto señor, y había quien afirmaba haber oído salir de ella un ruido confuso, por entre el que se distinguía una risa tan aguda y satánica que temblaban los vidrios y saltaban los muebles con horroroso estrépito. Las rejas de hierro que circundaban el jardín se encontraban abiertas al día siguiente, sin que nadie hubiese pasado por allí. […]

<<El aparecido>> es cuento romántico al que no se le atribuye autor público en 1839 en la revista La Mariposa

 En este cuento el tema de la muerte va muy unido al de la vida. El protagonista, un señor con una gran casa, un día da un festín religioso y en el brindis pronuncia:- “Gocemos hoy de nuestra dicha, apuremos la copa del placer. Quizá el llanto llegará de un momento a otro”. Con esto nos está preparando el autor para lo que va a ocurrir y es que segundos más tarde muere de una forma muy extraña diciendo:- “Muerto soy”. Aunque muere, más tarde aparecerá como si estuviese vivo por el pueblo, haciendo cosas que sólo los vivos pueden hacer. Desde el instante que se muestra la muerte en el cuento, se extiende por todo el pueblo un trastorno sobrenatural. Con esto vemos una característica propia del romanticismo y es que el hombre no se manifiesta como un producto divino sino como diabólico.
Junto a la muerte está el “terror” que está causando el propio muerto en toda la villa. También vemos la “muerte violenta” que es más propio de un romanticismo más cosmopolita frente al tradicionalista que está arraigado a la idea religiosa en la que el hombre no se ve como algo paranormal. Hay un desafío a dios y atracción del mal como valor estético.

El autor para unir vida y muerte nos describe a la piel del muerto cuando está sepultado como “fresca y sonrojada”. Un muerto siempre tiene que estar pálido.

En definitiva, el autor nos quiere demostrar a través de la muerte una rivalidad de lo sobrenatural frente a lo que conocemos el ser humano, la realidad.



LA PEÑA DE LOS ENAMORADOS




[…]Entrégate, la decía después a Zulema, entrégate a tu padre, hija desnaturalizada, y él te perdonara; la sangre de ese perro, no la tuya es la que necesita mi venganza. Negose la amante granadina y renovose con más furia el asalto. Apena quedaban algunas varas de terreno ya cerca de la cumbre y junto al horrible despeñadero á los desgraciados, cuando D. Fadrique, herido por mil partes, la dijo.- Entrégate, amada de mi alma, y sálvate, yo ya no puedo vivir, ¿Qué me importa morir ahora ó dentro de unas horas, morir de flechazos ó de una cuchillada?. – si tú mueres, muramos juntos, morir gozando-. Dijo la mora abrazándose a su amado, y precipitándose con él al abismo […]

Este fragmento del cuento La peña de los enamorados muestra uno de los temas que se relaciona con el movimiento romántico: la muerte. En la historia, una joven mora, Zulema, está enamorada de un caballero cristiano llamado D. Fadrique. Esta relación será llevaba en secreto hasta que el padre de ella los descubre e intentara detenerla. Ante esto, los enamorados suben por una montaña huyendo de flechas y piedras arrojadas por el ejército del padre.

 En el movimiento romántico, se observa  un aire de más libertad y los sentimientos  en este periodo son expresados de una manera muy exagerada, sobre todo el amor. Este se muestra con demasiado afán,  hasta el punto en el que la muerte es algo a lo que no se le teme, y es el fin elegido por muchos protagonistas para acabar con el sufrimiento que le atormenta, o como es el caso del texto que estamos comentando, es la única salida que tienen para que el amor entre ambos pueda continuar. Llama la atención, que para expresar el querer unirse a su amado, Zulema incorpora la expresión morir gozando con lo que para ella el suicidio es un acto que goza y desea antes de seguir viviendo atormentada por su padre toda la vida.

En este caso la protagonista, Zulema, es la que toma las decisiones en esta historia y D. Fadrique se deja guiar por ella, como ejemplo podemos observar la posición que toma la protagonista ante el ruego de su amado a que esta se salve y lo deje morir allí. Zulema no lo piensa ni un segundo y se precipita al vacío con D. Fadrique. Este tipo de actuaciones son propias del romanticismo ya que a los protagonistas se les ponen una serie de impedimentos, sociales normalmente, lo que hace que estos tomen una actitud rebelde ante esas normas. En el caso de este cuento,  una bella joven de religión musulmana no podía estar con un cristiano, era algo que no se podía concebir, y por ello se muestra esta actitud.

En conclusión, podemos afirmar que la muerte es muy importante en el movimiento romántico y que es un tema muy repetido en diversas obras donde los protagonistas utilizan esta “vía de escape” a los problemas que le acontecen en su vida ya que la muerte, en este tipo de historias, puede ser considerada vida.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Comparación de El aparecido y La dama palida

Texto 1: “Desde el sitio donde estábamos, ya podíamos seguir con la vista el curso del Bistriza, de riberas esmaltadas de bermejeantes viñedos y de altas campánulas de flores blancas. Bordeábamos un abismo en cuyo fondo corría el río, que en aquel lugar tenía apenas forma de torrente, y nuestras cabalgaduras tenían escaso espacio para caminar dos de frente. Nos precedía un guía, quien, inclinado de flanco sobre la grupa de su caballo, cantaba una canción morlaca, cuyas palabras seguía con singular atención. El cantor era también al mismo tiempo el poeta. Necesitaría ser uno de aquellos montañeses para poder expresarnos la melancolía de su canción con su salvaje tristeza, con toda su profunda sencillez. Las palabras de la canción eran poco más o menos las siguientes:"¡Vean allí ese cadáver en la palude de Stavila, donde corriera tanta sangre de guerreros! No es un hijo de Iliria, no; es un feroz bandido, que después de haber engañado a la gentil María, robó, exterminó, incendió."Rauda como el relámpago una bala ha venido a atravesar el corazón del bandido; un yatagán le ha tronchado el cuello. Pero, oh misterio, después de tres días, su sangre, tibia aún, riega la tierra bajo el pino tétrico y solitario y ennegrece el pálido Ovigan."Sus ojos turquíes brillan siempre; huyamos, huyamos: guay de quien pase por la palude cerca de él: ¡es un vampiro! El feroz lobo se aleja del impuro cadáver, y el fúnebre buitre huye al monte de calvo frontis."De pronto se oyó la detonación de un arma de fuego y el silbar de una bala. La canción quedó interrumpida, y el guía, herido de muerte, se precipitó al abismo, mientras su caballo se detenía temblando y tendiendo la inteligente testa hacia el fondo del precipicio, donde desapareciera su dueño. ”


Texto 2: “[…] Donde veis este pueblo tan miserable y decaído, fue en su tiempo una gran villa, cuyo señor, de ejemplar conducta al parecer, gozaba de gran prestigio entre sus moradores. Sucedió que, con motivo de una fiesta religiosa, dio un espléndido banquete al que asistieron muchas ricas familias de la comarca, y se cuenta que llegaron a reunirse hasta cien convidados. En medio de la algazara y alegría del festín, al echar un brindis, pronunció estas palabras con tonante voz: “Gocemos hoy de nuestra dicha, apuremos la copa del placer. Quizá el llanto llegará de un momento a otro.”
         No bien había acabado de decir esto, entró un criado y le anunció que se prendía fuego a sus mieses y era preciso acudir sin demora. Bajó a la cuadra a tomar un caballo por llegar mas pronto, y al tiempo de ir a montarle recibió una coz en el estomago, que le hizo exclamar: “Muerto soy”.”


           El primero de los textos que hemos utilizado para nuestra comparación pertenece al cuento La dama pálida  de Alejandro Dumas, y el segundo a El aparecido, de autor desconocido. En ambos textos, la muerte ocupa un plano principal en la trama, pues a través de ella los personajes se van a convertir en seres sobrenaturales, lo cual es la temática de ambos cuentos.

En el fragmento extraído de La dama pálida, la muerte que aparece no es la de ninguno de los personajes principales; no obstante, es la que mas semejanzas tiene con  la muerte del protagonista de El aparecido. Si analizamos ese primer texto, primero hay que aclarar que el personaje que va a morir es el guía que está encabezando la expedición de Edvige, protagonista del relato, la cual está huyendo de su castillo que va a ser capturado por los enemigos de su padre. Este guía aparece cantando una canción, que, en cierta manera, anticipa su propia muerte y desvela el misterio que posteriormente se producirá con la muerte de Kostaki, otro de los protagonistas: "¡Vean allí ese cadáver en la palude de Stavila, donde corriera tanta sangre de guerreros![…] ¡es un vampiro!”. En el segundo texto, encontramos algo parecido: el protagonista de la historia, del cual nunca sabremos su nombre, va a morir y anticipa esta muerte pronunciado durante un brindis la siguiente sentencia “Gocemos hoy de nuestra dicha, apuremos la copa del placer. Quizá el llanto llegará de un momento a otro.” Tanto en uno como en otro texto, la desgracia llega a los personajes en cuanto terminan su predicción. Una de las diferencias entre ambas muertes es el tiempo que transcurre en ellas, ya que en el primer caso, el personaje es abatido inmediatamente, sin tiempo casi de terminar la canción, mientras que en la segunda, el personaje muere tras bajar a la cuadra, ser herido, y pasar por una larga agonía.
Otra de las semejanzas que encontramos, es la presencia del caballo en ambas tragedias. En uno, sirve como ejecutor de la propia muerte y en la otra simplemente aparece como parte de la ambientación y también sirve para dar a la escena un mayor dramatismo, pues el personaje no solo muere sino que además cae al abismo, hecho que vemos a través de los ojos del caballo. En cualquier caso, parece significativa la presencia de este animal porque a menudo, en la historia de la literatura, se le ha vinculado con simbología referida la muerte, como por ejemplo los jinetes del apocalipsis, o, teniendo también en cuenta, que es un animal que simbólicamente se ha usado para viajar a otras dimensiones, como el cielo o el infierno. En este caso, se podría interpretar en ambos textos la  caída de los personajes al infierno: en el primer fragmento, se dice que cae al abismo, espacio que se suele usar como sinónimo del infierno y aun mas si tenemos en cuenta que las últimas palabras del malogrado personaje están referidas a un ser sobrenatural como es el vampiro; en el segundo, el caballo da muerte al personaje pero este se convierte en un ser también sobrenatural, ni vivo ni muerto y acaba siendo quemado, lo que recuerda también al infierno. Aparte es muy revelador lo que el personaje dice mientras está muriendo: “!Son muy grandes mis pecados, y Dios no me los perdonará jamás!”.


            En conclusión, estamos ante dos textos que vuelven a ejemplificar la importancia que durante el Romanticismo cobra la muerte, en una época de total desasosiego donde esta es vista no solo como consecuencia negativa de nuestros actos sino también como la única salida que tienen los hombres para escapar del mundo, la ultima expresión de libertad del ser humano.
                                                                                                                       MªTeresa Reyes

jueves, 21 de noviembre de 2013

El casarse pronto y mal

“[…] Una noche vuelve mi sobrino a su casa; sus hijos están solos.- ¿Y mi mujer? ¿Y sus ropas?- Corre a casa de su amigo.- ¿No está en Madrid? ¡Cielos! ¡Qué rayo de luz! ¿Será posible? Vuela a la policía, se informa. Una joven de tales señas con un supuesto hermano han salido con la diligencia para Cádiz. Reúne mi sobrino sus pocos muebles, los vende, toma un asiento en el primer carruaje y hétele persiguiendo a los fugitivos. Pero le llevan mucha ventaja, y no es posible alcanzarlos hasta el mismo Cádiz. Llega; son las diez de la noche, corre a la fonda que le indican, pregunta, sube precipitadamente la escalera, le señalan un cuarto cerrado por dentro; llama; la voz que le responde le es harto conocida y resuena en su corazón, redobla los golpes; una persona desnuda levanta el pestillo. Augusto ya no es un hombre; es un rayo que cae en la habitación; un chillido agudo le convence de que le han conocido; asesta una pistola, de dos que trae, al seno de su amigo, y el seductor cae revolcándose en su sangre; persigue a su miserable esposa, pero una ventana inmediata se abre, y la adultera, poseída del terror y de la culpa, se arroja sin reflexionar en una altura de mas de sesenta varas. El grito de la agonía le anuncia su última desgracia y la venganza mas completa: sale precipitado del teatro del crimen, y encerrándose antes de que le sorprendan en su habitación, coje aceleradamente la pluma, y apenas tiene tiempo para dictar a su madre la carta siguiente […].
            Acabada esta carta se oyó otra detonación que resonó en toda la fonda, y la catástrofe que le sucedió me privó para siempre de un sobrino, que con el mas bello corazón se ha hecho desgraciado a si y a cuantos le rodeaban.
            No hace dos horas que mi desgraciada hermana, después de haber leído aquella carta, y llamándome para mostrármela, postrada en su lecho, y entregada al mas funesto delirio, ha sido desahuciada por los médicos. […]”

          El artículo de Larra del que está extraído este fragmento, “El casarse pronto y mal”, aparece publicado el 30 de Noviembre de 1832 en el el periódico "El pobrecito hablador" firmado bajo el seudónimo de Juan Pérez de Munguía. Estamos, pues, ante la primera etapa de la vida literaria de este escritor, etapa en la que pretende reformar la sociedad a través de la crítica costumbrista.
          En el, la muerte aparece como la consecuencia del tipo de educación que se da en España a los jóvenes: sería la educación que propone la Ilustración, pero mal entendida por los padres. Está todo basado en la razón neoclásica, pero si esta razón no se controla, solo puede llevar a la locura, como pasará con el sobrino de Larra, usado como paradigma del resto de jóvenes. Según lo que Larra relata en el artículo un poco antes del fragmento de nuestro comentario, su hermana educa al hijo de tal manera que este se convierte en un ser vanidoso, orgulloso y sin criterio, y esto lo lleva a un matrimonio totalmente idealizado, que se vendrá abajo en el mismo momento en que la joven pareja se dé cuenta de la realidad y de que ese idealismo en el que vivían es falso.  Nos encontramos pues, con esa naturaleza idealista del ser romántico cuyo choque con la realidad lo llevan a un estado de total frustración con un final siempre trágico. Como vemos en este fragmento, todos los personajes sufren este fin: el amigo del sobrino muere a manos de este, su esposa se suicida y él también termina suicidándose, todos ellos víctimas de esa educación “ilustrada”; pero no serán los únicos, pues la hermana de Larra, la culpable de haber transmitido ese tipo de educación a su hijo, y la culpable por tanto del fin de los jóvenes, no es capaz de soportar las consecuencias de sus actos y termina también muriendo.
            Pese a que Larra es un autor que mira claramente en su literatura a Europa, concluye el artículo afirmando que no se debe de importar a España todo lo que se haga en el resto de países, sin ver primero si es algo bueno o no. Esto anticipa también el espíritu nacionalista que nace durante esta época, y se apoya en la muerte, como aquí se ve, como la consecuencia a la que se puede llegar si no se tiene en cuenta lo anteriormente explicado. Estamos, como antes se dijo, ante un artículo costumbrista, pues la anécdota que se narra es algo que realmente ha ocurrido, pero ese costumbrismo lo utiliza el escritor para criticar a la sociedad en la que esta inserto y pedir un cambio que lleve al progreso de esta. Con todo esto, encontramos en la escritura de Larra ese desencanto propio del romántico con la Ilustración, con la defensa de la razón neoclásica y del optimismo propuesto en el XVIII. Pese a que en esta primera etapa de la trayectoria literaria de Larra, este aun cree en la posibilidad del progreso a través de las reformas, ya se puede vislumbrar  el pesimismo que acabará embargando al escritor y con el que se vive el principio del XIX, que eleva a la muerte a un papel principal en la vida de estos románticos.

                                                                                                                                      Mª Teresa Reyes