lunes, 25 de noviembre de 2013

El aparecido


[…]Bajó a la cuadra a tomar un caballo por llegar más pronto, y al tiempo de ir a montarle recibió una coz en el estómago, que le hizo reclamar: “Muerto soy”.
Lo llevaron a su lecho, y su agonía fue lenta y desesperada. En medio del dolor se le oía decir: “¡Son muy grandes mis pecados, y Dios no me los perdonará jamás!...” Era tan extraña esta confesión, tan contradictoria con sus morigeradas costumbres, que los que le asistían no sabían a qué poder atribuirla. Al tiempo de morir, estalló una espantosa tempestad que llenó de terror toda la villa; pero se calmaron los elementos en el momento en que el cadáver fue arrojado en la huesa.
Algún tiempo después corrió la voz de que se veía, a deshora de la noche, a un espectro que vagaba en derredor de la casa del difunto señor, y había quien afirmaba haber oído salir de ella un ruido confuso, por entre el que se distinguía una risa tan aguda y satánica que temblaban los vidrios y saltaban los muebles con horroroso estrépito. Las rejas de hierro que circundaban el jardín se encontraban abiertas al día siguiente, sin que nadie hubiese pasado por allí. […]

<<El aparecido>> es cuento romántico al que no se le atribuye autor público en 1839 en la revista La Mariposa

 En este cuento el tema de la muerte va muy unido al de la vida. El protagonista, un señor con una gran casa, un día da un festín religioso y en el brindis pronuncia:- “Gocemos hoy de nuestra dicha, apuremos la copa del placer. Quizá el llanto llegará de un momento a otro”. Con esto nos está preparando el autor para lo que va a ocurrir y es que segundos más tarde muere de una forma muy extraña diciendo:- “Muerto soy”. Aunque muere, más tarde aparecerá como si estuviese vivo por el pueblo, haciendo cosas que sólo los vivos pueden hacer. Desde el instante que se muestra la muerte en el cuento, se extiende por todo el pueblo un trastorno sobrenatural. Con esto vemos una característica propia del romanticismo y es que el hombre no se manifiesta como un producto divino sino como diabólico.
Junto a la muerte está el “terror” que está causando el propio muerto en toda la villa. También vemos la “muerte violenta” que es más propio de un romanticismo más cosmopolita frente al tradicionalista que está arraigado a la idea religiosa en la que el hombre no se ve como algo paranormal. Hay un desafío a dios y atracción del mal como valor estético.

El autor para unir vida y muerte nos describe a la piel del muerto cuando está sepultado como “fresca y sonrojada”. Un muerto siempre tiene que estar pálido.

En definitiva, el autor nos quiere demostrar a través de la muerte una rivalidad de lo sobrenatural frente a lo que conocemos el ser humano, la realidad.



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