viernes, 17 de enero de 2014

Muerte en la primera parte de Don Juan Tenorio

                En esta entrada vamos a comentar de qué manera aparece la muerte en la primera parte del Don Juan Tenorio de Zorrilla.
                Las muertes más representativas en esta primera parte son las de Don Luis, el oponente de don Juan y sobre todo la de Don Gonzalo, padre de Inés.  Desde el principio de la obra, la muerte está presente en relación con la honra de los personajes:

DON GONZALO: ¡Insensatos! ¡Vive Dios
que a no temblarme las manos
a palos, como a villanos,
os diera muerte a los dos!
***
DON GONZALO: El mismo soy.
Y adiós, don Juan: mas desde
hoy
no penséis en doña Inés.
Porque antes que consentir
en que se case con vos,
el sepulcro, ¡juro a Dios!,
por mi mano la he de abrir.

                Estas primeras alusiones a la muerte aparecen ya en la escena XII del primer acto, y se ve como la muerte no es el mayor de los males para los hombres de esta época, sino que la perdida de la honra es para un padre la mayor humillación a la que se puede someter una hija, pues también supone la pérdida de la honra de la familia. Hay que recordar que don Juan en el drama encarna los valores del mal, y por tanto es lógico que Don Gonzalo prefiera la muerte de Inés siendo un alma pura, a que acabe casada con él, ya que esto supondría su perdición.
                Esta relación entre honor y vida o muerte también se aprecia en el monologo de Don Luis Mejía en el comienzo del segundo acto:
DON LUIS MEJÍA:
Ya estoy frente de la casa
de doña Ana, y es preciso
que esta noche tenga aviso
de lo que en Sevilla pasa.
No di con persona alguna,
por dicha mía... ¡Oh, qué afán!
Pero ahora, señor don Juan,
cada cual con su fortuna.
Si honor y vida se juega,
mi destreza y mi valor,
por mi vida y por mi honor,
jugarán...;
mas alguien llega.

                Estas alusiones entre vida y honor se van a repetir a lo largo de toda la primera parte.  En esta primera parte también se relaciona la muerte con el amor, en el proceso de conquista de don Juan a doña Inés:
BRÍGIDA.  Figuraos
si habré metido mal caos
en su cabeza, don Juan.
La hablé del amor, del mundo,
de la corte y los placeres,
de cuánto con las mujeres
erais pródigo y galán.
La dije que erais el hombre
por su padre destinado
para suyo: os he pintado
muerto por ella de amor,
desesperado por ella
y por ella perseguido,
y por ella decidido
a perder vida y honor.
***
BRÍGIDA.  ¡Pobre mancebo!
Desairarle así, sería
Matarle.
INÉS. ¿Qué estás diciendo?
BRÍGIDA.  Si ese horario no tomáis,
tal pesadumbre le dais
que va a enfermar
; lo estoy
viendo.
***
INÉS. (Lee.) «En vano a apagarla
concurren tiempo y ausencia,
que doblando su violencia,
no hoguera ya, volcán es.
Y yo, que en medio del cráter
desamparado batallo,
suspendido en él me hallo
entre mi tumba y mi Inés

                Se hace así referencia a un tema recurrente en la literatura española: amor y enfermedad. Esto ya está presente desde la Edad Medía, como por ejemplo ocurre en La Celestina donde Calisto enferma por el amor de Melibea: el amor lleva a un estado de locura donde el enamorado no siente ni padece, y solo puede pensar en su amada. Es conocido como aegritudo amoris o el loco amor. En este caso, por parte de don Juan, sabemos que todo esto no es más que un ardid para poder conseguir que doña Inés caiga rendida ante él.
                Por último, la muerte real aparece en el último acto, cuando don Luis va a cumplir la apuesta: morir por haber perdido. Aunque como él mismo dice, al ser un caballero no es digno que muera sin poder defenderse, aparte de haberla perdido por otro ardid de don Juan, por lo que nove válida la victoria de este. Toda esta escena relaciona, como antes se mencionó, a la muerte con la perdida de la honra.  Don Luis, para recuperarla necesita matar a aquel que se la arrebato o morir en el intento:

JUAN. Decid, pues: ¿a qué venís
a esta hora y con tal afán?
LUIS. Vengo a mataros, don Juan.
***
JUAN. No más de lo que podéis.
Y por mostraros mejor
mi generosa hidalguía,
decid si aún puedo, Mejía,
satisfacer vuestro honor.
Leal la apuesta os gané;
mas si tanto os ha escocido,
mirad si halláis conocido
remedio, y le aplicaré.
LUIS. No hay más que el que os he
propuesto,
don Juan. Me habéis maniatado,
y habéis la casa asaltado
usurpándome mi puesto;
y pues el mío tomasteis
para triunfar de doña Ana,
no sois vos, don Juan, quien
gana,
porque por otro jugasteis.

                En medio de esta trifulca aparece también el comendador reclamando el honor perdido de su hija con la muerte de don Juan:
DON GONZALO.  Miserable,
tú has robado a mí hija Inés
de su convento, y yo vengo
por tu vida, o por mi bien
.


Don Juan acaba matando a ambos y reprochándoles que sean instigadores de su caída y de su mal, pues durante toda la discusión él ha intentado mostrarse arrepentido y dar otra solución al problema, que no acabase con la muerte de nadie. Trata así de invertir los papeles, lo cual se entiende como una situación bastante irónica, pues él ha sido el que ha conducido al mal tanto a doña Inés como doña Ana, y además ha conseguido dar muerte a aquellos que trataban de restaurar su honra, con lo cual se puede ver esta situación final como el triunfo del mal sobre el bien. 


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