Esta obra está cargada
de elementos fantásticos, irreales, que nos acercan a la muerte. La aparición
de la sombra de Doña Inés en el cementerio y la desaparición de las esculturas
de sus tumbas, plasma de un tenebrismo fantástico la parte segunda de esta obra.
Hay que decir, que todos
estos elementos tan fuera de nuestra realidad tienen una connotación religiosa
importante, ya que desde el más allá, ese lugar en el que nuestro
protagonista no cree hasta el final, es de donde salen esas sombras, esos
espectros y esos muertos que bien para advertir o para llevarse a Don Juan,
vuelven al mundo de los vivos.
ESTATUA. El
de la ira omnipotente,
do arderás eternamente
por tu desenfreno ciego.
JUAN. ¿Conque
hay otra vida más
y otro mundo que el de aquí?
¿Conque es verdad, ¡ay de mí!,
lo que no creí jamás?
¡Fatal verdad que me hiela
la sangre en el corazón!
Verdad que mi perdición
solamente me revela.
La estatua cobra vida y
persigue a Don Juan con un mensaje, él ha sido un pecador y existe otro mundo
más allá de la muerte por lo tanto está condenado por sus acciones en vida, le
esperan las sombras y la desolación. Más tarde, esta visión fantástica de una
de sus víctimas le confiesa que su hora ha llegado. Una acción sorprendente y
fantástica se descubre cuando la estatua le confiesa a Don Juan que ya está
muerto. A igual que en El estudiante de Salamanca, el
protagonista no es consciente de su propia muerte hasta que un tercero se lo
comunica cuando el mismo presencia su entierro. Se muestra en la figura de Don
Juan el arrepentimiento fruto del miedo a la condena que sin duda cree que va a
padecer por tan terribles acciones. Por el doblan las campanas, pero desconocía
que estaba muerto, por lo tanto imagina la ira de Dios y no imagina que el amor
de Doña Inés intercedió por él hace tiempo.
JUAN. ¿Conque
por mí doblan?
ESTATUA. Sí.
JUAN. ¿Y
esos cantos funerales?
ESTATUA. Los
salmos penitenciales,
que están cantando por ti.
(Se ve pasar por la izquierda luz de
hachones, y rezan dentro.)
JUAN. ¿Y
aquel entierro que pasa?
ESTATUA. Es
el tuyo.
JUAN. ¡Muerto
yo!
ESTATUA. El
capitán te mató
a la puerta de tu casa.
JUAN. Tarde
la luz de la fe
penetra en mi corazón,
pues crímenes mi razón
a su luz tan sólo ve.
Los ve... con horrible afán
porque al ver su multitud
ve a Dios en la plenitud
de su ira contra don Juan.
Así va siendo consciente
de esa realidad, de la justicia divina, y se da el arrepentimiento propio del
condenado a muerte, ese miedo a la eternidad en dolor, lo lleva al arrepentimiento.
Una vez descubre la oportunidad que el amor de Doña Inés le ha
otorgado de redimirse y ascender junto a ellas a los cielos, sin tener que
purgan ninguno de sus pecados, se entrega a Dios y al amor de Inés siendo
perdonado.
Ana García Romero