En esta entrada vamos a hacer una
breve reflexión sobre cómo se podría entender la figura de Elvira en el final de
El estudiante de Salamanca y cuál es el significado que tiene dicho final.
La
duda que planea sobre esta obra es la de si Espronceda trata a la misma desde
un punto de vista cristiano, en el que todos al final conseguirían la salvación
eterna tras su arrepentimiento, o si la trata desde una perspectiva totalmente
opuesta: tanto Elvira como Don Félix acaban unidos para siempre en el infierno.
Doña Elvira aparece por primera vez en el texto con un retrato totalmente
idealizado que representa el bien o como el propio Espronceda la llama, el “ángel
puro de amor”:
Bella y más segura que el azul del cielo
con dulces ojos lánguidos y hermosos,
donde acaso el amor brilló entre el velo
del pudor que los cubre candorosos;
tímida estrella que refleja al suelo
rayos de luz brillantes y dudosos,
ángel puro de amor que amor inspira,
fue la inocente y desdichada Elvira.
con dulces ojos lánguidos y hermosos,
donde acaso el amor brilló entre el velo
del pudor que los cubre candorosos;
tímida estrella que refleja al suelo
rayos de luz brillantes y dudosos,
ángel puro de amor que amor inspira,
fue la inocente y desdichada Elvira.
Mas ¡ay! que se disipó
tu pureza virginal,
tu encanto el aire llevó
cual la aventura ideal
que el amor te prometió.
tu pureza virginal,
tu encanto el aire llevó
cual la aventura ideal
que el amor te prometió.
Mas ¡ay! dichosa
tú, Elvira,
en tu misma desventura,
que aun deleites te procura,
cuando tu pecho suspira,
tu misteriosa locura:
Que es la razón un tormento,
y vale más delirar
sin juicio, que el sentimiento
cuerdamente analizar,
fijo en él el pensamiento.
en tu misma desventura,
que aun deleites te procura,
cuando tu pecho suspira,
tu misteriosa locura:
Que es la razón un tormento,
y vale más delirar
sin juicio, que el sentimiento
cuerdamente analizar,
fijo en él el pensamiento.
»Yo las bendigo, sí, felices horas,
presentes siempre en la memoria mía,
imágenes de amor encantadoras,
que aún vienen a halagarme en mi agonía.
Mas ¡ay! volad, huid, engañadoras
sombras, por siempre; mi postrero día
ha llegado: perdón, perdón, ¡Dios mío!,
si aún gozo en recordar mi desvarío.
presentes siempre en la memoria mía,
imágenes de amor encantadoras,
que aún vienen a halagarme en mi agonía.
Mas ¡ay! volad, huid, engañadoras
sombras, por siempre; mi postrero día
ha llegado: perdón, perdón, ¡Dios mío!,
si aún gozo en recordar mi desvarío.
«Dios presume
asustarme: ¡ojalá fuera,
-dijo entre sí riendo- el diablo mismo!
que entonces, vive Dios, quién soy supiera
el cornudo monarca del abismo.»
-dijo entre sí riendo- el diablo mismo!
que entonces, vive Dios, quién soy supiera
el cornudo monarca del abismo.»
-Hay riesgo en
seguirme. -Mirad ¡qué reparo!
-Quizá luego os pese. -Puede que por vos.
-Ofendéis al cielo. -Del diablo me amparo.
-Idos, caballero, ¡no tentéis a Dios!
◦◦◦
«Cantemos, dijeron sus gritos,
la gloria, el amor de la esposa,
que enlaza en sus brazos dichosa,
por siempre al esposo que amó:
suave, amorosa caricia
y lánguido beso de amor.
-Quizá luego os pese. -Puede que por vos.
-Ofendéis al cielo. -Del diablo me amparo.
-Idos, caballero, ¡no tentéis a Dios!
◦◦◦
«Cantemos, dijeron sus gritos,
la gloria, el amor de la esposa,
que enlaza en sus brazos dichosa,
por siempre al esposo que amó:
su
boca a su boca se junte,
y
selle su eterna delicia,suave, amorosa caricia
y lánguido beso de amor.
¡Que era pública
voz, que llanto arranca
del pecho pecador y empedernido,
que en forma de mujer y en una blanca
túnica misteriosa revestido,
aquella noche el diablo a Salamanca
había en fin por Montemar venido!...
del pecho pecador y empedernido,
que en forma de mujer y en una blanca
túnica misteriosa revestido,
aquella noche el diablo a Salamanca
había en fin por Montemar venido!...
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