Los bandoleros de Andalucía
[…] Parecía en
aquel momento un general irritado mas bien que un capitán de bandolero: apartó
con los pies los restos de las botellas y las ropas esparcidas por tierra: miró
en torno de sí y nos vio atados: volvió su visla á Concha y una espresion de
tristeza pasó por su semblante: sus ojos se clavaron luego sobre Luque que le
devolvió sus miradas con altanería.—¿Es esto lo que yo te encargué? le dijo
temblando de cólera: la ¡partida de José María no viola mugeres ni maltrata á
los hombres: si nos hemos echado al camino ha sido para vivir , pero no para
hacer daño. […]
[…] No hay
cuidado alguno ya, nos dijo José Maria: queden VV. con Dios y dispénsenlo mucho
que han sufrido hoy. Ninguna de nuestras ofertas fué admitida.—Algún dia nos
veremos con mas tranquilidad, nos dijo, y tendiéndonosla mano que estrechamos
con ternura, volvió las riendas de su jaca cordovesa y desapareció á galope
por el camino.
Los
asaltantes de caminos en España durante el siglo XIX estaban a la orden del día.
Como en la vida, hubo bandoleros nobles, asesinos y violadores, hombres fuera
de la ley cuya vida constaba de robar a los caminantes y huir de la guardia
civil. Sin embargo esta figura popular y castiza del país, no siempre agradable,
fue reflejada por el romanticismo con una singular importancia. Bien es cierto
que el romanticismo siente una especial admiración por los personajes populares
al proceder de una tradición oral y original de los pueblos, por ello
literariamente lo adornaron convirtiéndolo en el hombre rudo, castizo, enérgico y
valeroso, misterioso en algunos casos, decidido a robar a los ricos y ayudar a
los pobres, viviendo en la clandestinidad de los bosques y cuevas de las
sierras españolas. Un personaje más semejante al Robin Hood valeroso de los
bosques de Sherwood, que a los mayoritarios y temibles bandoleros de la época.
En
el fragmento seleccionado nos describen la imagen del bandolero romántico, cuyo
estilo de vida ha sido obligado a acatar por las circunstancias y cuya
honestidad y moralidad le hacen enfrentarse a sus compañeros, seres violentos y
carentes de moral. En un viaje hacia Cádiz emprendido con su hermano, su cuñada
y otra mujer llamada Antonia, son sorprendidos por una partida de bandoleros
que desvalijan su carromato, los tratan con violencia e incluso intentan violar
a las dos mujeres. Llegados a este punto crítico de la historia, irrumpe el
jefe de todos ellos, José María, imponiendo el orden y acabando con la vida de
aquel que había alentado al grupo de cometer tan abominables actos.
Por boca del bandolero
José María, habla el prototipo de bandolero romántico cuyos fieles y honrosos
principios hace socorrer a los viajeros de su partida, que liderada en ese
momento por uno de sus secuaces, imagen totalmente opuesta del bandolero
romántico, adopta modelos de conducta totalmente fuera de sus principios. Las
alegaciones más importantes de este personaje popular están recogidas en el
fragmento seleccionado: los bandoleros no hacen daño, simplemente roban para su
propia subsistencia; recordándonos que esa vida errante en el camino ha sido
adoptada por necesidad, robando a los que más tienen para poder vivir. La
imagen física de un personaje popularizado, de su entorno se percibe en la
última descripción del texto “volvió las riendas de su jaca cordovesa y
desapareció á galope por el camino.”
Ana García Romero